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Por una generación que no opte por la violencia sino por la autoafirmación

Las diversas formas de energía en su actuar se van transformando unas en otras. Cuando un computador origina información en la forma de un mail, envía impulsos electrónicos que son transformados por el modem en impulsos telefónicos que llegan al otro computador, el cual revierte el cambio energético. Las grabadoras reciben una onda acústica, que se trasforma en corriente eléctrica a través del micrófono, y ésta se adhiere luego a una cinta sensible bajo la forma de energía magnética. Esta posibilidad de la energía de pasar de una forma a otra, nos habla de un sustrato de energía común que puede tomar formasy cambiar de forma.

En el mundo síquico también podemos hablar de una energía que toma formas: mental, motriz y emocional. Estas tres funciones manifietan energías diferentes. Generamos una información a partir de la energía emocional, y ésta es convertida en energía motora, en conducta. Lo mismo desde la mente al cuerpo, o de éste a las emociones. Luego al interior de cada función también tenemos distintos tipos de energía. En el centro emocional –como ejemplo- la ira, la pena y el miedo, muestran esto, y también podemos ver cómo se van transformando: el miedo se puede convertir en ira, la ira en pena, etc. Pero aún cada emoción puede cambiar su forma de manifestación. Así la ira, que es un tipo de energía potente, como un chorro, puede manifestarse como destructiva o como movimiento de autoafirmación. Es la misma energía desde la que podemos decir y sentir ‘yo valgo’, ‘yo puedo’, o podemos destruir a alguien.

Es interesante poder seguir estos procesos de transformación de nuestras energías; pero además es muy útil, por la posibilidad de desconectar la energía de la ira de su manifestación conductual de violencia, sin reprimirla, y conservarla como energía autoafirmativa. Ocurre que las personas que han querido no imitar figuras modelo de violencia, al reprimir la parte violenta dentro de ellas, pierden en el mismo movimiento su capacidad de autoafirmación. Y quien ha mutilado su fuerza de autoafirmación está más expuesto, no tiene defensas.

Una de las razones por las cuales en el mundo predominan los procesos destructivos, es porque las personas que poseen la energía activa de la ira son las que realizan las acciones de control y de organización de las demás gentes, y estas personas tienen vinvulada su ira a manifestaciones conductuales destructivas. Las personas ‘buenas’ o ‘bien intencionadas’ se han convertido en tales en general a través del esfuerzo represivo sobre sus conductas agresivas, y así se han vuelto ‘buenas’ pero con energía débil, sin fuerza para realizar procesos de autoaffirmación en el mundo, es decir, sin fuerza para influir en la orientación del mundo desde manifestaciones no-destructivas. Es por ello que los ‘buenos’ necesitan -a través de procesos de desarrollo personal- ir al encuentro de su ira, para limpiarla en vez de mantenerla reprimida, y poder liberar así su fuerza de autoafirmación.

He señalado en diversas oportunidades mi preocupación porque los procesos sociales de disconformidad y protesta en nuestro país se están volviendo de nuevo más violentos. Existen ciclos en Chile de explosión de violencia más o menos cada cuarenta años, y corresponde el siguiente hacia el bicentenario. No me alzo como pitoniso, ni es necesario, porque se trata de un ciclo visible a cualquiera: parte con un episodio de violencia en el que una generación vivencia todo el horror, sigue con el período de dominación sobre el sector vencido y luego con la reinstalación en el poder del sector vencido, pero transformado, pues tras sufrir el horror se instala en una conducta e intencionalidad de evitar la confrontación. Entonces el ciclo se completa con el surgimiento de una nueva generación que se focaliza en la instasifacción con el modo de hacer las cosas, y que se radicaliza hasta concebir o realizar la opción por la violencia.

Quisiera poder influir –aunque veo la gigantesca deficultad en ello- a que la nueva generación se pudiera orientar en un sentido de autoafirmación, y no en uno de violencia. La autoafirmación es la fuerza a través de la cual construyo el modo de vivir en el que creo, en vez de orientarme a destruir a quien considero culpable de que las cosas no se hagan como tendrían que hacerse. La energía juvenil es potente; también es manipulable, utilizable. Lloraría de ver una nueva generación enfrentada a la confrontación interna, a la represión y a la tortura. Quisiera que focalizáramos las herramientas del desarrollo personal y la espiritualidad a que los jóvenes de hoy puedan evitar el nuevo ciclo.


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