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Los relatos de terror y nuestra vida cotidiana

Vivimos en medio de múltiples relatos terroríficos: el terror a la delincuencia, drogas, asesinatos en los colegios, etc., transmitido cotidianamente en los noticieros; el terror a la pobreza, a la pérdida del trabajo, a no disponer para cuidar de la salud, el terror a una vejez sin recursos; el terror a la amenaza inminente de descalabro y destrucción del planeta; el terror de las profecías que anuncian el fin de mundo; el terror a la idea de un mundo físico no ordenado, no comprensible, caótico, presentado por la física cuántica. Es como para andar asustado.

Pero no andamos asustados, vamos al trabajo, al cine, salimos al pub, conversamos de sobremesa, nos emparejamos, tenemos hijos, se hace política, se compran y venden empresas. ¿Cómo conviven las múltiples amenazas con la cotidianidad? ¿Cómo nos impacta la prédica del terror y cuál es nuestro refugio?

De partida nosotros, ciudadanos comunes, no vemos ningun terror directamente, salvo por exceción; sólo nos llegan como relatos por los medios de comunicación. Entonces podemos optar por creerlos o no creerlos. Podemos pensar que hay intencionalidad en el manejo de la noticia; por ejemplo, que los noticieros escogen los dos o tres episodios del día y al lanzarlos majaderamente contribuyen a crear climas de terror. O podemos pensar que lo hacen con intención, quizás para vendernos dispositivos de seguridad, o para tenernos domesticados, tranquilitos, o porque con los crímenes del día se oculta el gran crimen a la naturaleza que hace nuestra civilización, a través de las transnacionales que son finalmente la gran máquina extractora de la energía de la Tierra. Podemos pensar que los ecologistas nos venden imágenes de destrucción para ser financiados por fundaciones de defensa del medio ambiente; o que exageran para exagerar su propia importancia; o que son un poquito paranoicos.

O también podemos pensar que todo es totalmente cierto, que estamos frente a todas estas situaciones terroríficas. Si es así, surge el qué hacer: ¿paniquear, colapsar, deprimirse, evadirse, no tener hijos, anestesiarse, volverse cínico, meterse a un movimiento social, a un partido político, irse a vivir al campo o a la playa, meditar para desapegarse de los miedos?

Si pensamos en contribuir a neutralizar o resolver algunos de los terrores; si nuestra visión del mundo es alternativa, holística, posmoderna, sistémica, etc.; entonces tenemos una ecuación no resuelta, que es la de cómo generar agregación para tener influencia en la maquinaria que mueve el mundo. Entre las personas con mentalidad alternativa, para muchas no vale la pena tener una intencionalidad de influencia, basta con vivir una vida alternativa y ello influirá por sí sólo en nuestro medio directo e irá creciendo. Para otros, la agregación sólo tiene sentido si es horizontal, a nivel de la sociedad civil, sin meterse en el terrreno sucio del podeer y de la política, a la manera del Otro mundo es posible, y en general de las ONGs y de las organizaciones de la sociedad civil, porque en ese orto mundo todo se corrompe. Finalmente están los que se mueven en la influencia vertical, a la manera, digamos, del Partido Humanista.

Si queremos generar agregación, podemos ver cómo se genera la agregación en la sociedad. Cuando los estudiantes secundarios quieren mostrar agregación salen a la calle, igual los del Juntos Podemos (Más). Ahí encuentran visibilidad mediática y enfrentamiento con carabineros. Los trabajadores igual, a través de la CUT para el primero de mayo y otros momentos. Las huelgas son momentos agregados de los trabajadores de un empresa. Otro medio de mostrar agregación son los sitios web. Allí un navegador puede encontrar el conjunto de referentes que se identifican con equivalentes visiones de mundo.

Ahora bien, ninguna de estas agregaciones alcanza a engranar en cómo se hacen las cosas a gran escala, no impactan en la maquinaria de las decisiones a gran escala. Pués la maquinaria la mueven sólo tres grandes agregaciones: la política a través de la acumulación generada a lo largo de cientos de años en un poder institucional y el manejo de los recursos públicos; los grandes poderes económicos, cuya agregación es principalmente por la concentración de poder económico, y las nstituciones religionas, administradoras a gran escala de la divinidad.

Así, los ‘alternativos’ no tenemos acceso al engranaje para hacer mover el mundo. Podemos entonces pensar que no es necesario, que basta el efecto mariposa, que pequeños cambios pueden llevar a grandes cambios; y quizás ello sea cierto, quizás haya leyes cuánticas que produzcan una agregación –una influencia a gran escala en la maquinaria del mundo- a través de algo similar a la idea del mono cien. Pero ¿es esa posibilidad de salto cuántico real, es necesidad subjetiva, es mero optimismo? El hecho es que el movimiento alternativo nunca ha generado una agregación potente.

¿Será porque la personalidad que tenemos los alternativos nos impide ser como los ‘operadores’ de la Concertación o de la derecha?, ¿le hacemos el quite a la jerarquía, a la organización, a la disciplina, a la autoexigencia; no toleramos el enfrentamiento, no sabemos procesar conflictos? ¿No sería genial una gran conversación entre alternativos y operadores de la oficialidad política, eclesiástica y empresarial, y acaso nos influenciamos recírocamente desde la capacidad organizativa de ellos y la visión de mundo nuestra? Pero bueno, quizás no sea necesario, quizás el efecto mariposa baste para construir el mundo que deseamos.


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